Dr. Rafael Ant. Román R.
Abogado y catedrático de la UASD
«Los filósofos de la antigüedad que definieron la política como una ciencia hoy estarían muy decepcionados. Es más técnica y arte que ciencia».
En el día a día los elementos que caracterizan y adornan el activismo político están más relacionados con el arte de la palabra, destreza, habilidades, demagogia y capacidad para disuadir a los demás sin importar los medios que deban ser usados.
El político de hoy recurre con facilidad a la mentira, y asume como regla desarrollar capacidad para avasallar y descalificar a los adversarios.
Acallar las voces disidentes a través de la aplicación adecuada del poder, y sobretodo justificar y defender lo indefendible, pretender que lo oscuro se vea claro.
Este proceder de nuestros políticos aplicado a las instituciones que regulan la actividad política, lesiona considerablemente a las mismas.
Esa es la materia prima con la que son elaborados los procesos electorales en la República Dominicana, es por ello que las más recientes contiendas para elegir a presidente, legisladores y ediles, han estado plegada de anomalías y descrédito.
Al término de que cada proceso pasado sin importar el nivel de elección de que se trate, ha dejado en la población dominicana un amargo sabor y una gran desesperanza.
Otra de las consecuencias que se derivan de esta situación es que lo que se expresaba como un nivel de abstención alto, ahora es la oportunidad para hacer de la política o más bien del sagrado derecho a ejercer el voto, un negocio o la oportunidad para obtener la solución de algún problema particular.
Visto de esta manera, todo ello desvirtúa lo que fue señalado por los filósofos de la antigüedad, como una ciencia.
Se hace necesario volcar una mirada al futuro institucional del país en materia de seguridad e institucionalidad política y repensar la organización democrática de los procesos electorales en la República Dominicana.