Redacción Delegalymas
Así es narrado en el Evangelio, en el libro de Lucas. Luego de que Jesús fue crucificado el día viernes; por la noche, de manera apresurada, antes de la puesta del sol, inicio del Shabat- sábado judío- su cuerpo fue sepultado, quedando el sepulcro, el cual había sido sellado con una piedra enorme, custodiado por la guardia romana.
Como era costumbre de los judíos, el sábado era día de reposo, por lo que todo transcurrió en tranquilidad, en calma, en pura acción de adoración; pero, conforme despuntaba el alba, aún todavía oscuro, María Magdalena, Juana y María la de Santiago, fueron al sepulcro con los aromas y especias habituales que se utilizaban para perfumar, ungir el cuerpo del Señor Jesús, y ¡oh, sorpresa!
Al acercarse al sepulcro se dieron cuenta de que la piedra había sido movida, quitada, la tapa del sepulcro en donde yacía el cadáver de Jesús no estaba. Las tres mujeres, sorprendidas, entraron y sólo vieron las vendas y mantas en donde había sido envuelto el cuerpo e inmediatamente se presentaron ante ellas, dos hombres vestidos de blanco reluciente, y les preguntaron ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¡No está aquí, ha resucitado!
Y a seguidas les dijeron: “Recuerden cómo Jesús habló cuando estaba aún en Galilea, cuando dijo: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y que al tercer día resucite”.
Entonces, las mujeres recordaron lo dicho. Corrieron del sepulcro y anunciaron lo que habían visto y oído a los once discípulos y a todos los demás presentes. Sin embargo, estas palabras a los discípulos les parecían un desatino de las mujeres, no les creyeron.
Para confirmar por sí mismo, Pedro acudió al sepulcro y, al llegar, sólo vio las vendas y las mantas, de inmediato volvió a su casa, asombrado, pasmado por lo sucedido.
Luego de esto, el propio Jesús se les apareció a los discípulos, dejando atónitos a algunos e incrédulos a otros, como fue el caso de Tomás, a quien le hubo de decir que introdujera sus dedos en su costado y observar sus manos con las marcas de los clavos aún frecas tras la crucifixión.
Según el Santo Evangelio de Lucas capítulo 24, versículos del 1 al 12, Jesús fue crucificado y sepultado y, al tercer día, el primer día de la semana-domingo- resucitó.
Así nace la historia y tradición de la Semana Santa, desde el Domingo de Ramos cuando Jesús entró a Galilea en un burro tratando de poner orden en donde no lo había; primero fue seguido por la multitud, aplaudido por todos; luego perseguido, humillado, torturado, hasta llegar a la muerte, levantándose del sepulcro el Domingo de Resurrección.