Rafael Antonio Román Rodríguez
Abogado y catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo
rafaelroman5@gmail.com
“Ya las cosas no son como antes replicó doña Teresa, en mi tiempo cuando se iniciaba la Semana Santa, desde el lunes hasta el miércoles se comenzaba a hacer los oficios, porque desde el jueves al medio día, no se hacía nada, no se fregaba, lavaba, cocinaba ni se realizaba ningún otro oficio. No se podía siquiera levantar la voz, ni discutir; los vecinos compartían la comida que se había cocinado para la semana, todo para esperar el nacimiento de Jesucristo y su pasión y muerte”.
Una vida llena de preceptos y creencias cristianas cuyos contenidos, en lo aparente, mantenían según se opina en la actualidad, a los seres humanos en la ignorancia, pero también este constituía un modo de vida al que se le reconoce como un sistema de convivencia pacífica, donde imperaba el respeto para las personas mayores de edad, donde existía un trato más humano, fraterno, y con mayor valor por los sentimientos hacia el prójimo.
Un tiempo donde la ignorancia nos hacía temerosos y humildes, donde nadie se atrevía a irrespetar ni a reprochar una orden de su padre. Donde el respeto, la seriedad y la honestidad, eran carta de presentación con la que se formaban a los hombres y mujeres para el mañana. Donde la palabra empeñada tenía un gran peso al igual que el ruedo de los pantalones.
Mujeres, que siempre con la frente en alto y con un trabajo tesonero, levantaron familias enteras, junto a sus maridos.
Hombres, cuya honradez era defendida, inclusive, a través del duelo si fuere necesario; con tal de que ello sirviere como ejemplo a sus descendientes.
Un sistema de crianza compartida que garantizaba que ninguna alma se perdiese. Corregía el tío, la tía, el padrino, la madrina, el vecino, la vecina, las personas mayores, sin que tal actuación fuere reprochada por el padre del joven a quien se hacía la corrección, manteniendo de este modo un criterio general para la crianza en la sociedad.
Sin embargo, en la actualidad, para poder criar, no se puede ni encerrar, ni sacar, ni liberar, ni ocultar, ni adorar, ni añoñar, ni golpear, ni maltratar y mucho menos consentir. No existe un patrón que pueda servir de referencia, cada padre hace lo que puede.
Si tomamos como ejemplo el caso de los Estados Unidos y de algunos países de Europa, vemos que la crianza de los jóvenes se limita a que los padres y maestros le suministren orientación para llamar en todo caso al (911), conocer el uso del condón, tanto al varón como a la hembra y del uso de estupefacientes, sus consecuencias.
Quizás estos métodos tradicionales, con los que la generación pasada fuimos formados, no eran los mejores, pero está demostrado en la presente y pasadas generaciones, que esta forma de corregir, sí funcionaba, puesto que gracias a los remanentes, que aún nos queda de ella, es que pervive la sociedad.
La “Semana Santa o Semana Mayor” como era llamada por todos, constituía un momento para la reflexión y para el regocijo familiar. Era un espacio para encontrarse consigo mismo, para revisar lo positivo o negativo de nuestras acciones, para hacer las paces con aquellas personas con las que habíamos tenido algunas diferencias.
Nunca para generar conflictos, y menos aún para incluso, en ocasiones hasta provocarnos la muerte o la de algún inocente. A través de placeres impuros y desproporcionados.
Para alcanzar tales propósitos y vivir una vida plena debes evitar:
La arrogancia. El orgullo sin sentido. La Difamación y la mentira. Los comentarios de auto-compasión. Las críticas no constructivas. Las bromas de mal gusto. La negatividad que trae desesperanza. Las discusiones estériles. Los gritos desproporcionados. Los juramentos y las palabras malsonantes. Las palabras iracundas. Adornar siempre las historias de los demás para perjudicarlos. Humillar a las personas y ponerlas en situaciones embarazosas. Las quejas ante todo y por todo. El menosprecio y la discriminación. Las amenazas. Ser un sabihondo, pretender que tienes la verdad absoluta. La manía de exagerarlo todo.
La Semana Mayor, es un espacio para encontrarnos con Dios, en su muerte y resurrección, no para alejarnos de él y de sus preceptos. Ojalá, que ésta Semana Santa se convierta para ti, en un verdadero espacio para la reflexión junto a los tuyos.